Muchas son las fuentes de consulta o diversas historiografías del quehacer nacional que pueden dar fe y caracterizar la participación de los mexicanos dentro de los ámbitos sociales y políticos; la balanza quizá, está más a favor de lo social aun cuando esta participación es engañosa.
La participación ha venido acompañada por una suma de situaciones muy complejas y de luchas por espacios específicos que han hecho posible, en muchos casos, la “ocupación” de plazas públicas (físicas, digitales y emocionales) donde las personas han encontrado por fin su propia voz. - ¿Pero hasta que punto?

El fenómeno en general llegó a ser más notorio para nosotros desde finales del siglo XX ante la perspectiva y sorpresa de los primeros cambios visibles en la política y que dieron pie a futuras transformaciones sociales; el mexicano entonces descubrió su parte en los procesos electorales y su cercanía con a los resultados.
Pero:
- ¿En qué consiste la participación social y la participación política?
- ¿Es real?
- ¿En dónde vemos mejor expresado el ejercicio como motivador?
La historia e identificación de la participación del mexicano es curiosa ante la comprensión que ha existido y el horizonte en donde se percibe el impacto o bien, donde se ha permitido que el impacto sea observable; es decir, aparece como real cuando en verdad no lo es.
Veamos: La participación social consiste en un ejercicio cuyo origen hace referencia a un “estar con el resto” en donde, “como grupo” formamos parte del todo que le da vida a un ideal de ciudadanía y que se caracteriza por la expresión pública de nuestras creencias, nuestras motivaciones, nuestros divertimentos y la presencia interactiva entre todos; hasta aquí suena muy optimista. Pero es interesante, la participación del mexicano dentro de lo social, vistosa y llena de posibilidades de progreso, tiene origen, mecánicas y objetivos meramente pasivos por lo menos veladamente.

Entonces: - ¿Es la participación social un fenómeno pasivo?
Claro que sí; la participación social, por lo menos en México, sigue siendo una realidad pasiva, de llamado y convocatoria controlada cuya finalidad ha sacado, punto positivo, al mexicano del entorno privado para orientar sus caminos y formas de celebrar a las calles.
Aun a mediados del siglo pasado, veamos el origen, había cantidad de aspectos reservados a la vida privada de las personas: el ejercicio, la celebración de los muertos, las fiestas patronales y las manifestaciones de opinión. No quiero decir que no se hicieran aquellas grandes fiestas de calles y calles cerradas desde hacía mucho tiempo, pero todo ello ocurría en entornos de la periferia urbana o bien dentro de un ambiente por completo rural y bajo controles muy específicos.
Por tradición ciertamente, se convocaba a la celebración de tal o cual fiesta del pueblo pero al mismo tiempo, esta se encontraba por completo organizada y manejada por parte de la “mayordomía” o jerarquía “municipal” que la hacía posible. Todo ocurría dentro de ciertos límites.
Al paso de los años, estas formas se tradujeron del “pueblo” a la “ciudad” y se crearon espacios para la diversión, la manifestación de las tradiciones, las fiestas, el ejercicio y la cultura a partir de lo que hoy podemos observar como de participación masiva: marchas multitudinarias y desfiles organizados y no militares, el uso de espacios para la circulación peatonal y vías exclusivas para la competencia deportiva, circuitos culturales y exposiciones en avenidas principales y corredores viales a la par del uso de las principales arterias para la comunicación y el transporte….pero: ¿No es acaso esto una participación social activa?
En definitiva no lo es, el espectáculo y quehacer del mexicano desde la manifestación mas sencilla hasta la protesta más agresiva sigue siendo convocada y organizada para la participación PASIVA sacando al mexicano a las calles de manera controlada. Sólo por excepciones ocurre de forma distinta.
Desde el punto de vista antropológico, el optimismo y motivador para la participación ha ocurrido por el llamado y apertura de espacios más y más grandes y convocatorias más y más masivas para alcanzarlo. El mexicano ahora sale a las calles por que se le ha pedido hacerlo pero no en grupos organizados por ellos para la expresión o el cambio. - ¿Y la participación política?
En contraste con la participación social, la participación política que encuentra su eco más importante en el ejercicio democrático, sigue siendo un proceso lento y penoso con altibajos importantes donde el mexicano ha participado o dejado de hacerlo en virtud de los resultados.
Y claro que hay un contraste; dice la gente:
- Si todos estos que salen a las calles a protestar hicieran algo más...
- Si por casualidad en vez de desfilar votaran…
- Si así como llenan las plazas de adornos fueran a las urnas…

He aquí algunas de las frases que describen mejor la “convocada y controlada” participación social y que la separan por mucho de la participación política, desenmascarando a la primera.
La participación política del mexicano no se encuentra motivada por la “masa” o la expresión tradicional y festiva sacada del ámbito privado a la esfera pública; la participación democrática tiene lugar sí y sólo sí existen resultados visibles a corto plazo de acuerdo a tal participación.
Y aun así estamos en pañales.
La democracia sigue siendo un ejercicio que el mexicano no ha madurado del todo y
que aun no ha comprendido a profundidad.
- Es tu presidente, yo no voté por él…
- No estoy de acuerdo…
- Fraude…
Aun el mexicano, en muchos casos, cree en la democracia no por la participación y ejercicio en la toma de determinaciones sino por los resultados a su favor. Si se pierde, se deja de creer en la democracia… pero también cuando se gana y se traiciona el ideal.
Quizá, dentro de lo posible, una llave que es capaz de abrir las puertas a la verdadera democracia y motivar al mexicano a participar sea, por lo menos desde mi punto de vista, que ganando o perdiendo en las elecciones exista cumplimiento cabal de los ganadores de aquello que prometieron de forma que las personas, aun sin haber votado por este o aquel, sepan que el voto se ve manifestado y se muestra en acciones concretas y cuestiones palpables.
Hoy día, el mexicano ha dejado de votar incluso por el candidato de su preferencia porque aun ganando ha dejado de ver los resultados y las puestas en acción de las propuestas específicas que se le prometieron: o sea… no se le cumple lo que se le prometió.
A diferencia de la participación social donde el mexicano de pie observa la apertura de espacios para la manifestación de sus quehaceres tradicionales e incluso culturales y religiosos, al momento de la participación política, se siente engañado y tristemente “enganchado” para operar en beneficio de unos cuantos quedándose a la orilla de los beneficios… entonces deja de votar.
En resumen y desde la perspectiva social, el mexicano ha de comenzar a convocarse a sí mismo para generar espacios REALES y no CONTROLADOS; y desde lo político ha de ser capaz de EXIGIR: desde abajo el cumplimiento y desde arriba la COHERENCIA para llevar a cabo los cambios prometidos; entonces habrá una mejor participación en lo social, más efectiva y libre junto con una mayor participación en lo político de cara a objetivos bien cumplidos y rutas claras por las que se apostó en las urnas.
Es menester que en México la participación social sea auténtica y activa para fines que en realidad atañan a todos y que la participación política se vea apoyada por cambios reales a favor o en contra para así favorecer la competencia y con ello se motive al mexicano a tomar parte.