No hace mucho tiempo:
De pronto, las cosas pueden parecer más complicadas de lo que parecen… pero ahora vemos la otra cara de la moneda.

Las preguntas que me vienen a la mente son:
Pongamos las cosas dentro de la perspectiva de la discriminación y contestemos “ad intra” esas preguntas:
Discriminar significa: separar, segregar y hacer a un lado; discriminar es, por razones de género, religiosas, políticas, culturales, económicas y, físicas, considerar al otro como diferente a nosotros.
Discriminar, significa mirar al otro como “inferior”.
La discriminación, es un problema generalizado en todas las sociedades desde su propia “declaración de principios”; declaración, no siempre escrita sino redactada en la mente colectiva a lo largo de generaciones; discriminar es un problema fundacional:
El nacimiento y crecimiento de imperios y naciones ha llevado la marca intrínseca de cierto tipo de discriminación como fruto de su creación de identidad.
La discriminación ocurre tanto a niveles públicos generalizados como en los núcleos centrales de la sociedad como lo es la propia familia.
Hablar de identidad desde el sujeto hasta la nación significa tanto la definición de lo que se “es” como aquello que “no se es”.
Esta serie de afirmaciones, con sus respectivas negaciones incluidas, han definido de forma muy radical lo que somos, pero, de manera importante, lo que no somos, lo cual es, en sí mismo, un conjunto mucho más amplio: Es muy curioso como nuestra identidad se crea a partir de una “vía negativa”: Un gato es un gato (en singular) y al mismo tiempo no es un universo de especies animales y vegetales.
Lo diferente a nosotros es excluido del pensamiento colectivo que construimos como familia y como nación. Se nos ha enseñado a “tolerar” pero no a aceptar ni a dar carácter de igual a nosotros a quien es diferente.

La democracia, invento maravilloso del llamado milagro griego, nace tristemente dentro de un sistema esclavista y al servicio de déspotas. La propia democracia griega “de iguales” enfatiza su propia definición de ciudadano y de las dignidades que lo caracterizan por encima del resto, el cual, o bien se le define como algo apenas superior a los animales o como propiedad de un valor bastante inferior al de una finca y no digamos al de un mueble. La igualdad griega define de inicio: no todos son iguales.
En México, la igualdad y la democracia, así como la lucha contra la discriminación, ha supuesto avances significativos que, a la par de muchas naciones, aun requiere superar muchos obstáculos; sin embargo, son temas que debemos reinterpretar y estudiar para generar verdaderos avances democráticos… y esto, es “de ley”.
En nuestro país, la falta de oportunidades de crecimiento económico y de acceso a una educación de calidad mantienen “a raya” a un gran número de personas… ¡Cuidado!... y no es porque no puedan votar o ejercer sus derechos en “igualdad” sino porque su “igualdad” es manipulada y ejercida por otros dadas sus condiciones permanentes de diferencia e incluso de inferioridad.
He aquí, al igual que en el primer caso que compartía, un ejemplo de auto discriminación, la cual, es un obstáculo fundamental para la democracia en donde “a priori” hay una discriminación aberrante hacia grandes sectores de la población a la que se les mantienes como “discriminados con derechos”, sin estudios y sin progreso económico para pronunciarse en contra de toda igualdad posible: estos, son los que prefieren quedarse en desventaja para obtener lo que desea… crecer y progresar cuesta y cuesta mucho.
El primer llamado que debemos hacer para vencer la discriminación es la de considerar a todos iguales, es correcto y es el avance que durante décadas hemos buscado alcanzar pero vayamos al fondo para avanzar:
Mis casos expuestos son claros: es válido no discriminar y estar al lado del otro, como inválido es hacer uso de las condiciones personales y de auto discriminación para obtener ventajas.
CONCLUYO:
Como país, debemos crear condiciones de igualdad para todos, pero esas
condiciones no pueden continuar siendo la tolerancia pasiva que lleva al otro a
permanecer en inferioridad en búsqueda de beneficios sin crecimiento.
La discriminación atenta contra la democracia y no nos permite el ideal tan
aspirado por los griegos que ni siquiera ellos pudieron alcanzar.
No lograremos una sociedad de iguales si no creamos condiciones favorables y
educamos para alcanzarlas.